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Taras Bulba
rus. Тарас Бульба · 1835
Resumen de la novela
El original toma ~278 min para leer
Microresumen
Un viejo guerrero ucraniano llevó a sus hijos a luchar contra Polonia. El menor traicionó por amor y fue ejecutado por su padre. El mayor murió en cautiverio. El padre vengó su muerte hasta el final.

Resumen breve

Ucrania, siglo XVI. El viejo cosaco Taras Bulba recibió a sus dos hijos, Eustaquio y Andrés, que regresaban del seminario de Kiev. Tras un breve descanso en el hogar familiar, Taras decidió llevarlos a la Setch, campamento cosaco, para iniciarlos en la vida guerrera.

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Taras Bulba — viejo cosaco de unos 60 años, polkovnik y ataman, padre de Eustaquio y Andrés, hombre robusto y corpulento, de carácter obstinado y feroz, valiente guerrero, patriota, defensor de la fe ortodoxa.

En la Setch, los jóvenes se adaptaron rápidamente a la vida cosaca. Pronto, los zaporogos decidieron emprender una guerra contra Polonia para vengar las ofensas a su religión ortodoxa. El ejército cosaco sitió la ciudad de Doubno, donde los polacos resistieron tenazmente.

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Eustaquio Bulba — hijo mayor de Taras, joven de unos 23 años, serio y reflexivo, estudiante del seminario de Kiev, guerrero disciplinado, leal a su padre y a la causa cosaca.

Durante el asedio, Andrés reconoció en la ciudad a una joven polaca de quien se había enamorado en Kiev. Guiado por la criada tártara de la muchacha, entró secretamente en Doubno por un pasadizo subterráneo. Allí, seducido por el amor, traicionó a los suyos y se pasó al bando polaco.

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Andrés Bulba — hijo menor de Taras, joven de unos 22 años, apuesto, impetuoso y romántico, estudiante del seminario de Kiev, guerrero valiente pero susceptible a las pasiones amorosas.

En una batalla posterior, Taras descubrió a su hijo menor combatiendo contra los cosacos. Logró atraerlo a una emboscada y, al confirmar su traición, decidió ejecutarlo él mismo.

"Taras disparó. Como una espiga de trigo segada por la hoz, Andrés inclinó la cabeza, y cayó sobre la hierba sin pronunciar una palabra. El parricida, inmóvil, contempló largo tiempo el cadáver inanimado de su hijo..."

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Resumen detallado por capítulos

Los títulos de los capítulos son editoriales.

Capítulo 1. El regreso de los hijos y partida hacia la Setch

En una remota región de Ucrania, el viejo cosaco Taras Bulba recibió a sus dos hijos, Eustaquio y Andrés, que regresaban del seminario de Kiev donde habían completado sus estudios. Lejos de mostrar afecto paternal, Taras se burló de sus atuendos sacerdotales y, para probar la valía del mayor, lo desafió a un combate de puñetazos que Eustaquio aceptó con determinación.

Tras el combate, Taras anunció que partirían al día siguiente hacia la Setch, el campamento cosaco. La madre de los jóvenes, una mujer pálida y delgada, lloró desconsoladamente ante la noticia, sabiendo que quizás nunca volvería a ver a sus hijos. A pesar de sus lágrimas, Taras se mantuvo firme en su decisión.

A la mañana siguiente, cuando apenas despuntaba el alba, la familia se reunió para despedirse. La madre abrazó a sus hijos con desesperación, les entregó pequeñas imágenes religiosas para su protección y les suplicó que no la olvidaran. Taras, impaciente, ordenó partir de inmediato. Los tres jinetes se alejaron de la casa mientras la madre, desolada, intentaba seguirlos hasta que sus fuerzas se lo permitieron.

Capítulo 2. El viaje a la Setch y la vida cosaca

Durante el viaje, Taras explicó a sus hijos las tradiciones cosacas mientras atravesaban las vastas estepas ucranianas. El paisaje se transformaba a medida que avanzaban: praderas infinitas, altas hierbas doradas y cielos interminables los rodeaban. Por las noches, acampaban bajo las estrellas, encendían hogueras y se alimentaban frugalmente.

Andrés, el menor de los hermanos, recordaba con nostalgia un episodio de su pasado en Kiev, cuando se había enamorado de una hermosa joven polaca, hija de un vaivoda. Para verla, había escalado hasta su ventana y ella, aunque inicialmente asustada, terminó por tratarlo con afecto. Este recuerdo persistía en su memoria, contrastando con la vida guerrera que ahora emprendía.

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La joven polaca — hija del vaivoda de Kovno, joven hermosa de unos 20 años, de piel blanca y cabellos negros, objeto del amor de Andrés, noble y refinada.

Finalmente, llegaron a la Setch, el campamento fortificado de los cosacos zaporogos. Allí encontraron un mundo exclusivamente masculino, donde reinaban la libertad, la camaradería y el espíritu guerrero. Los recién llegados fueron recibidos sin preguntas sobre su origen o pasado, siguiendo la tradición de aceptación cosaca.

"Amar como ama un corazón ruso, amar, no solamente por el espíritu, sino por todo lo que Dios ha dado al hombre, por todo lo que hay en ustedes, ¡ah! --dijo Taras, con un gesto de decisión, sacudiendo su cabeza gris y levantando la punta de su bigote-- no, nadie puede amar así."

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Capítulo 3. La vida en la Setch y la decisión de ir a la guerra

En la Setch, Eustaquio y Andrés se adaptaron rápidamente a la vida cosaca. Mientras el mayor mostraba disciplina y templanza, Andrés se distinguía por su audacia y temeridad. Ambos participaban en las actividades diarias: entrenamiento con armas, caza, pesca y las frecuentes celebraciones con abundante bebida.

Sin embargo, Taras pronto se impacientó por la inactividad. Deseaba que sus hijos experimentaran la verdadera vida cosaca en batalla. Cuando se enteró que el kochevoi, el jefe electo de la Setch, había firmado un tratado de paz con los turcos, Taras lo confrontó exigiendo una campaña militar.

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Kochevoi — jefe elegido de la setch, hombre de mediana edad, prudente y respetado, líder militar de los cosacos zaporogos, estratega cauteloso.

Ante la negativa del kochevoi, Taras conspiró con otros cosacos para provocar su destitución. Organizó una asamblea donde, tras abundante consumo de alcohol, los cosacos depusieron al antiguo líder y eligieron a Kirdiaga como nuevo kochevoi. Este cambio favoreció los planes belicosos de Taras, quien finalmente consiguió que se decidiera emprender una campaña contra Polonia para defender la fe ortodoxa.

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Kirdiaga — cosaco elegido como nuevo kochevoi, hombre viejo y astuto, experimentado en la guerra, respetado por los zaporogos.

Capítulo 4. El comienzo de la guerra contra Polonia

Los preparativos para la guerra comenzaron de inmediato. Los cosacos repararon carros, afilaron armas, reunieron provisiones y organizaron sus koureni (unidades militares). El kochevoi distribuyó las posiciones estratégicas y dio instrucciones precisas para la campaña. Taras fue designado como uno de los polkovniks, comandantes de regimiento.

Antes de partir, el kochevoi reunió a todos los cosacos para un discurso inspirador y una ceremonia de despedida. Compartieron vino y brindaron por la religión ortodoxa, por la Setch y por la gloria cosaca. Taras, emocionado por la inminente batalla, observaba con orgullo a sus hijos, especialmente a Eustaquio, en quien veía el futuro liderazgo cosaco.

"Señores hermanos, deseo manifestarles lo que es nuestra fraternidad. Ustedes han sabido por sus padres y abuelos en qué honor tenían todos nuestra tierra. Ella se ha dado a conocer a los griegos; ha tomado piezas de oro a Tzargrad..."

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El ejército cosaco partió hacia territorio polaco, dejando atrás la Setch. Entre ellos viajaba también el judío Yankel, quien había establecido una tienda para vender provisiones durante la campaña. La marcha fue ordenada y disciplinada, siguiendo las estrategias militares tradicionales de los cosacos.

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Yankel — judío comerciante, hombre delgado y astuto, conocedor de Andrés, ayuda a Taras a entrar en Varsovia, temeroso pero ingenioso.

Capítulo 5. El asedio de Doubno y el encuentro de Andrés

Al llegar a territorio polaco, los cosacos sembraron el terror. Incendiaron aldeas, saquearon castillos y mataron a muchos nobles y judíos. Finalmente, pusieron sitio a la ciudad fortificada de Doubno, donde se había refugiado gran parte de la población polaca con sus riquezas.

El asedio se prolongó más de lo esperado. Los defensores resistían firmemente y los cosacos comenzaron a impacientarse. Una noche, mientras dormían en el campamento, Andrés fue despertado por una figura misteriosa: una criada tártara de la joven polaca que había amado en Kiev. La mujer le informó que su señora estaba dentro de la ciudad sitiada, muriendo de hambre junto a su padre, el vaivoda.

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La tártara — criada de la joven polaca, mujer delgada y pálida, sirvienta fiel, ayuda a Andrés a entrar en la ciudad sitiada, valiente y discreta.

Conmovido por esta noticia, Andrés decidió ayudarla. Recogió varios panes y siguió a la tártara hasta un pasaje subterráneo que conducía al interior de la ciudad. Durante su salida del campamento, fue brevemente visto por su padre, quien dormitaba junto al fuego, pero Taras no comprendió lo que sucedía.

Tras un peligroso recorrido por el túnel, Andrés llegó a una iglesia dentro de Doubno. Allí, en medio de la penumbra, encontró a su amada polaca, más hermosa aún que en sus recuerdos, pero debilitada por el hambre. El reencuentro despertó en ambos una pasión que había permanecido latente durante años.

Capítulo 6. La traición de Andrés por amor

En la ciudad sitiada, Andrés quedó completamente cautivado por la belleza y la nobleza de la joven polaca. Ella le confesó que nunca había olvidado su encuentro en Kiev y que, a pesar de haber rechazado a muchos pretendientes nobles, su corazón siempre había pertenecido al joven cosaco.

Dominado por su pasión, Andrés tomó una decisión que cambiaría su destino: renunciar a su patria, a su fe y a su familia por el amor de la joven. Cuando ella le señaló que eran enemigos, que él era cosaco y ella polaca, Andrés respondió con vehemencia que para él la patria era donde estaba su corazón, y su corazón estaba con ella.

"Taras quedó estupefacto. Un fuerte estremecimiento agitó todo su cuerpo, y se volvió pálido como un escolar sorprendido por su maestro merodeando. La cólera de Andrés se apagó como si nunca se hubiese encendido. Sólo veía delante de él al terrible autor de sus días."

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En ese momento, se escucharon gritos de júbilo: tropas polacas habían logrado entrar en la ciudad con provisiones. Andrés, completamente transformado por su amor, decidió quedarse en Doubno y unirse a los polacos. Aceptó un uniforme militar polaco y juró defender la ciudad contra sus antiguos camaradas cosacos, sellando así su traición.

Mientras tanto, en el campamento cosaco, Taras desconocía la traición de su hijo. Sin embargo, el judío Yankel, que había estado en la ciudad, regresó con la noticia de que Andrés ahora vestía uniforme polaco y había jurado combatir contra los cosacos. Taras, incrédulo al principio, finalmente comprendió la magnitud de la traición de su hijo.

Capítulo 7. El prolongado asedio y las batallas

El asedio de Doubno continuó durante semanas. La situación se complicó cuando llegó la noticia de que los tártaros habían atacado la Setch en ausencia de los cosacos, robando el tesoro y matando a muchos de los que habían quedado atrás. Esta noticia dividió a las fuerzas cosacas: la mitad decidió regresar para perseguir a los tártaros, mientras que la otra mitad, liderada por Taras, optó por continuar el asedio.

El anciano cosaco Bovdug, respetado por todos, apoyó la decisión de dividir las fuerzas y propuso a Taras como líder de quienes permanecerían en Doubno. Tras emotivas despedidas, el ejército cosaco se separó: una parte marchó hacia la Setch y la otra reorganizó sus posiciones alrededor de la ciudad sitiada.

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Bovdug — anciano cosaco respetado, el más viejo de la setch, sabio consejero, venerado por todos los cosacos, de barba y cabellos grises.

Poco después, los polacos realizaron una salida desesperada de la ciudad. Entre sus filas, montado en un magnífico caballo y vistiendo una armadura reluciente, cabalgaba Andrés. Los cosacos, sorprendidos por el ataque, respondieron con ferocidad. Eustaquio dirigió hábilmente a sus hombres, mientras Taras comandaba otro flanco de la batalla.

En medio del fragor del combate, Koukoubenko, un joven ataman cosaco, se distinguió por su valentía al enfrentar a los nobles polacos. Mató a varios enemigos y capturó un cañón, inspirando a sus compañeros con su arrojo. Otros cosacos como Borodaty, Chilo y Stepan Gouska también realizaron hazañas memorables en la batalla.

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Koukoubenko — ataman del kouren de Nésamaï koff, joven cosaco valiente y elocuente, guerrero feroz en batalla, respetado por sus compañeros.

La batalla fue sangrienta y muchos cosacos perdieron la vida, pero lograron rechazar el ataque polaco. Los defensores se vieron obligados a retirarse nuevamente tras las murallas de la ciudad. Taras, observando el campo de batalla cubierto de cadáveres, se enorgulleció del valor de sus hombres, especialmente de su hijo Eustaquio, quien había demostrado gran capacidad de liderazgo.

Capítulo 8. Taras ejecuta a su hijo y continúan las batallas

En una nueva salida de los defensores, Andrés lideró un escuadrón de húsares polacos. Cegado por su pasión amorosa y su nuevo compromiso, atacó ferozmente a sus antiguos camaradas sin reconocer a amigos ni familiares. Taras, al verlo, ordenó a un grupo de cosacos que lo atrajeran hacia el bosque para capturarlo.

La estratagema funcionó. Andrés, persiguiendo a los cosacos que fingían huir, se alejó de sus compañeros polacos. De repente, se encontró frente a su padre, quien había desmontado y lo esperaba con expresión severa. Al ver a Taras, Andrés quedó paralizado, como si toda su determinación se hubiera desvanecido.

"--¡Cómo! ¡A los tuyos! ¡A los tuyos! ¡Así los hieres, hijo del diablo! Y el intrépido joven no veía si los que hallaba a su paso eran de los suyos o de los otros; no veía sino rizos de sedoso cabello, largos y ondulantes, un cuello de nieve..."

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Taras, con voz fría, le preguntó qué había hecho con sus compañeros y su fe. Andrés, incapaz de responder, permaneció mudo y tembloroso. Sin más palabras, Taras levantó su mosquete y disparó contra su propio hijo. Andrés cayó de su caballo como una espiga de trigo segada. Taras contempló el cadáver sin mostrar emoción, comentando solamente que había sido un buen cosaco, pero que se había perdido por amor a una mujer.

Después de este trágico episodio, Taras regresó al combate con renovada ferocidad. Los cosacos, inspirados por su implacable determinación, redoblaron sus esfuerzos contra los polacos. La batalla continuó con gran intensidad, cobrando numerosas vidas en ambos bandos.

Capítulo 9. La captura de Eustaquio y la derrota de Taras

A pesar del valor cosaco, los polacos recibieron refuerzos y lograron romper el cerco. En una feroz batalla, muchos atamanes cosacos cayeron, entre ellos Bovdug, Balaban y Koukoubenko, quien antes de morir pronunció emotivas palabras sobre el honor de morir por la patria y la fe ortodoxa.

Eustaquio luchó valientemente, pero fue capturado por los polacos. Taras, al ver que se llevaban a su hijo, intentó rescatarlo pero fue rodeado por enemigos. En la confusión de la batalla, recibió un fuerte golpe en la cabeza que lo dejó inconsciente. Sus compañeros lograron rescatarlo y llevarlo a un lugar seguro, pero no pudieron salvar a Eustaquio.

"Taras no pudo menos de observar que, en las melancólicas filas de los cosacos, la tristeza, poco conveniente a los valientes, empezaba a abatir poco a poco todas las cabezas, pero el viejo cosaco guardaba silencio..."

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Cuando Taras recuperó el conocimiento, se encontró en una cabaña atendido por Tovkatch, uno de sus fieles cosacos. Habían pasado dos semanas desde la batalla, y durante ese tiempo había estado delirando por la fiebre. Su primer pensamiento fue para Eustaquio, preguntando angustiado por su paradero. Tovkatch evitó responderle directamente, pero Taras comprendió que su hijo seguía cautivo.

Mientras tanto, en la Setch, todo había cambiado. La mayoría de los antiguos compañeros de Taras habían muerto en combate o durante la incursión tártara. Nuevos cosacos ocupaban ahora los puestos de mando, y el viejo guerrero se sintió como un extraño en el lugar que antes consideraba su hogar. Sin embargo, su determinación de rescatar a Eustaquio permanecía inquebrantable.

Taras organizó un nuevo polk (regimiento) y se lanzó a devastar las tierras polacas en venganza por la captura de su hijo. Sus incursiones fueron tan destructivas que el gobierno polaco puso precio a su cabeza y envió al hetman Potocki con cinco regimientos para capturarlo.

Capítulo 10. El escape de Taras y su viaje a Varsovia

Perseguido por las fuerzas polacas, Taras y sus hombres se refugiaron en una fortaleza abandonada a orillas del Dniester. Allí resistieron durante cuatro días, pero finalmente decidieron abrirse paso entre los sitiadores. Durante la huida, Taras se detuvo para recoger su pipa caída, momento que aprovecharon los polacos para capturarlo.

Decidido a rescatar a su hijo, Taras logró escapar de sus captores con la ayuda de sus compañeros. Tras recuperarse de sus heridas, se dirigió a la ciudad de Oumana, donde encontró al judío Yankel. Le pidió que lo ayudara a entrar en Varsovia para buscar a Eustaquio, quien estaba prisionero allí y condenado a una terrible ejecución.

Yankel, aunque temeroso, accedió a ayudarlo por una generosa suma de dinero. Ideó un plan para introducir a Taras en la ciudad: lo ocultaría bajo un cargamento de ladrillos, haciéndolo pasar por material de construcción. A pesar del riesgo, el plan funcionó y ambos lograron entrar en Varsovia sin ser descubiertos.

Capítulo 11. Taras intenta rescatar a su hijo y la ejecución de Eustaquio

En Varsovia, Yankel alojó a Taras en el barrio judío y le consiguió un disfraz de conde extranjero. Con la ayuda del astuto judío Mardoqueo, sobornaron a los guardias de la prisión para que permitieran a Taras visitar a su hijo. Al amanecer, disfrazado y nervioso, Taras fue conducido a través de los oscuros corredores de la cárcel.

Finalmente, llegó hasta la celda donde estaba Eustaquio. El joven cosaco, a pesar de las torturas sufridas, mantenía su dignidad y valor. Padre e hijo tuvieron un breve pero emotivo encuentro. Eustaquio le contó cómo los prisioneros cosacos habían resistido heroicamente los tormentos sin renegar de su fe ni traicionar a sus compañeros.

Taras, conmovido por el coraje de su hijo, le prometió intentar rescatarlo. Sin embargo, al salir de la prisión, su indignación lo traicionó: al escuchar a un guardia polaco burlarse de los cosacos, Taras no pudo contenerse y lo insultó, revelando su verdadera identidad. Inmediatamente, los guardias dieron la alarma y Taras tuvo que huir precipitadamente.

"En Rusia saben lo que es una guerra religiosa. No hay un poder más fuerte que la religión: es implacable, terrible, como una roca levantada por obra de la naturaleza en medio de un mar eternamente tempestuoso y voluble..."

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Al día siguiente, una gran multitud se reunió en la plaza principal para presenciar la ejecución de los prisioneros cosacos. Eustaquio sería el primero en sufrir el suplicio. Taras, mezclado entre la muchedumbre, observaba impotente. Su hijo fue sometido a terribles torturas, pero no emitió ni un gemido, demostrando un valor sobrehumano que impresionó incluso a sus enemigos.

Cuando Eustaquio, en su agonía, miró entre la multitud buscando a algún compatriota que pudiera darle consuelo en su hora final, Taras no pudo contenerse y gritó: "¡Sí, oigo!", revelando nuevamente su presencia. Los guardias intentaron capturarlo, pero Taras logró escabullirse entre la multitud y escapar de la ciudad.

Capítulo 12. La venganza y muerte de Taras Bulba

Consumido por el dolor y la sed de venganza, Taras reunió un nuevo ejército de ciento veinte mil cosacos y regresó a Polonia. Esta vez, la invasión fue devastadora. Los cosacos arrasaron ciudades enteras, mataron a miles de polacos y judíos, y destruyeron iglesias católicas en venganza por las afrentas sufridas.

Taras, ahora convertido en un implacable vengador, dirigía personalmente las operaciones más sangrientas. Su fama creció tanto que el gobierno polaco ofreció una enorme recompensa por su captura. Finalmente, el hetman Potocki logró acorralarlo con sus tropas cuando Taras se había separado de su ejército principal.

"¡Esperen un poco, pronto llegará el tiempo en que sabrán lo que es la religión rusa ortodoxa. Los pueblos vecinos y lejanos lo presienten desde ahora; ¡de la tierra rusa levantaráse un zar, y no habrá poder en el mundo que deje de sometérsele!..."

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Capturado por los polacos, Taras fue condenado a morir en la hoguera. Lo ataron a un árbol y encendieron el fuego a sus pies. Incluso en ese momento final, el viejo cosaco mantuvo su dignidad y coraje. Desde lo alto del árbol, vio a sus cosacos acercarse por el río en barcas para rescatarlo y les gritó instrucciones para que escaparan. Sus últimas palabras fueron una profecía sobre el futuro glorioso de Rusia y la inevitable caída de sus enemigos.

"Las llamas de la hoguera se elevaban ya, llegando a los pies de Taras y abrasando con su llama el grueso tronco del árbol... Pero, ¿hay fuego, torturas ni poder, capaces de domar la fuerza cosaca?"