dostoyevski/noches-blancas
Resumen breve
San Petersburgo, presumiblemente década de 1840. Durante una noche estrellada, un hombre solitario de veintiséis años paseaba melancólicamente por las calles desiertas. Llevaba ocho años viviendo en la ciudad sin apenas conocidos, aunque conocía íntimamente cada calle y casa.
Caminando junto al canal, encontró a una joven llorando apoyada en la barandilla. Cuando un caballero borracho comenzó a perseguirla, el narrador la defendió con su bastón y la acompañó a casa.
Durante su segundo encuentro, Nastenka le contó su historia: vivía con su abuela ciega, quien la mantenía prendida a su vestido con un alfiler. Un año antes, un joven inquilino se había mudado al piso superior. Tras llevarlas al teatro varias veces, él anunció que debía marcharse a Moscú.
El inquilino prometió casarse con ella si al regresar en un año ella aún lo amaba. Había vuelto hacía tres días, pero no había aparecido. El narrador llevó una carta de Nastenka al inquilino. En su cuarto encuentro, tras no recibir respuesta, el narrador confesó su amor a Nastenka. Ella, conmovida, prometió intentar amarlo. Mientras caminaban felices planeando su futuro, apareció una figura en la oscuridad.
¡Nastenka, Nastenka! Eres tú! ...¡Cómo gritó! ¡Cómo se puso en marcha! ¡Cómo se arrancó de mis brazos y corrió a su encuentro!
Resumen detallado
Primera noche
En una hermosa noche estrellada de San Petersburgo, un hombre solitario de veintiséis años paseaba por las calles casi desiertas de la ciudad. Durante todo el día había sentido una extraña melancolía, como si todo el mundo lo hubiera abandonado. Llevaba casi ocho años viviendo en Petersburgo, pero apenas tenía conocidos. Sin embargo, conocía íntimamente toda la ciudad: sus calles, sus casas, incluso a los transeúntes habituales con quienes se cruzaba diariamente.
Era una noche maravillosa, una noche como sólo es posible cuando somos jóvenes, querido lector. El cielo estaba tan estrellado, tan brillante...
El narrador había comprendido finalmente la causa de su malestar: todos los petersburgueses se habían marchado a sus villas de verano, dejándolo solo en la ciudad. Decidió salir a caminar hasta las afueras, donde se sintió más ligero y feliz entre los campos y prados. Al regresar por la noche, caminando junto al canal, descubrió a una joven apoyada en la barandilla, llorando silenciosamente.
Cuando se acercó para ayudarla, la muchacha se asustó y echó a correr. En ese momento apareció un caballero borracho que comenzó a perseguirla. El narrador intervino con su bastón, ahuyentó al importuno y ofreció su brazo a la joven para acompañarla. Ella era morena, encantadora, con pestañas negras donde aún brillaba una lágrima.
Durante el paseo, el narrador confesó su timidez con las mujeres y su inexperiencia en el amor. Nastenka se mostró comprensiva y amable, diciéndole que a las mujeres les gustaba esa timidez. Cuando llegaron a su casa, ella accedió a encontrarse con él al día siguiente en el mismo lugar, pues tenía que estar allí por sus propios asuntos. Le pidió que prometiera no enamorarse de ella, ya que solo podía ofrecerle amistad. Él juró cumplir su promesa, aunque ya sentía que sería imposible.
Soy un completo desconocido para las mujeres; es decir, nunca he estado acostumbrado a ellas. Verás, yo solo... ni siquiera sé cómo hablar con ellas.
Se separaron después de que ella le dijera que tal vez se encontrarían de nuevo. El narrador caminó toda la noche, incapaz de regresar a casa, completamente feliz por primera vez en mucho tiempo.
Segunda noche
Al día siguiente, el narrador llegó dos horas antes de la cita, en un estado de gran agitación. Cuando Nastenka apareció, le pidió que le contara toda su historia, pues había decidido conocerlo mejor antes de confiar en él. Él se definió como un 'tipo', un soñador que vivía más en su imaginación que en la realidad.
¿Un tipo? Un tipo es un original, ¡es una persona absurda! Es un personaje. Escucha; ¿sabes lo que se entiende por un soñador?
El narrador le explicó detalladamente su vida de soñador solitario, describiendo cómo pasaba las tardes creando fantasías románticas en su mente, viviendo aventuras imaginarias con heroínas de novela, experimentando pasiones que nunca había conocido en la realidad. Le contó sobre su rutina diaria, su pequeño apartamento con Matrona, su criada, y cómo se sentía más cómodo en su mundo de ensueños que en la vida real.
Nastenka escuchó con atención y comprensión, sin burlarse de él. Cuando terminó su relato, ella le dijo que también era una soñadora y que entendía perfectamente lo que describía. Luego le contó su propia historia: vivía con su abuela ciega, quien la mantenía literalmente prendida a su vestido con un alfiler desde que tenía quince años, después de que cometiera alguna travesura.
Un año antes, un joven inquilino había llegado a vivir al piso superior de su casa. Era un forastero, de aspecto agradable, serio y orgulloso. Gradualmente, comenzaron a intercambiar libros y a conversar brevemente en las escaleras. Un día él las invitó al teatro a ver 'El Barbero de Sevilla', y luego las llevó dos veces más.
Cuando el inquilino anunció que debía marcharse a Moscú por un año, Nastenka, desesperada por no perderlo, subió a su habitación con un paquete de ropa, dispuesta a huir con él. Él la consoló y le prometió que si alguna vez estaba en condiciones de casarse, ella sería su esposa. Le pidió que esperara un año, y si a su regreso ella aún lo amaba y no había encontrado a otro, se casarían. Acordaron que cuando regresara, se encontrarían en el terraplén donde ahora estaban sentados.
Nastenka terminó su historia explicando que el inquilino había regresado hacía tres días, pero no había aparecido ni había enviado ninguna carta. Por eso estaba llorando la noche anterior cuando el narrador la encontró. Él la consoló y se ofreció a llevar una carta al inquilino, que ella ya tenía escrita y lista.
Se despidieron con la promesa de encontrarse al día siguiente para saber la respuesta.
Tercera noche
El narrador pasó un día lúgubre y lluvioso, lleno de pensamientos sombríos. Había entregado la carta como prometió, pero no había recibido respuesta. Esa noche, Nastenka no vino a la cita debido a la lluvia, tal como había advertido. El día anterior había sido su tercera noche blanca juntos, y él recordaba lo feliz y esperanzada que se había mostrado ella, esperando noticias de su amado.
Durante esa tercera noche, Nastenka había estado radiante de alegría, convencida de que el inquilino vendría. Le había dicho al narrador lo agradecida que estaba por su amistad y cómo apreciaba que él no se hubiera enamorado de ella. Sin embargo, cuando llegó la hora acordada y el inquilino no apareció, ella comenzó a mostrar signos de desesperación y tristeza.
El narrador reflexionaba sobre cómo había malinterpretado la ternura de Nastenka hacia él, creyendo por momentos que podría amarle, cuando en realidad toda su bondad nacía de la felicidad que sentía por la esperada llegada de su verdadero amor.
Cuarta noche
A las nueve en punto, el narrador encontró a Nastenka ya esperándolo en su lugar habitual, apoyada en la barandilla del canal. Cuando le confirmó que no había llegado ninguna carta y que el inquilino no había ido a buscarla, ella se puso terriblemente pálida. Rompió a llorar amargamente, sintiéndose abandonada y humillada por el silencio cruel de quien había amado durante un año entero.
El narrador intentó consolarla, pero al verla sufrir tanto, no pudo contener más sus propios sentimientos. Le confesó que la amaba, que había estado enamorado de ella desde el primer momento, y que no podía soportar verla llorar por alguien que la trataba con tanta crueldad.
¡Te quiero, Nastenka! ¡Ahí está! Ahora todo está dicho. Ahora verás si puedes seguir hablándome como lo hiciste hace un momento...
Nastenka, conmovida por su sinceridad y su dolor, le confesó que aunque aún amaba al inquilino, comenzaba a odiarlo por su crueldad. Le dijo que tal vez podría llegar a amarlo a él, que era más noble y generoso que el otro. Entre lágrimas, le pidió que la amara siempre y le prometió que su gratitud se convertiría en amor verdadero. Se tomaron de las manos y caminaron juntos, hablando de su futuro, de cómo él se mudaría con ella y su abuela, de los planes que harían juntos.
Mientras caminaban felices, planeando su vida en común, de repente vieron una figura que se acercaba en la oscuridad. Era él: el inquilino había regresado. Nastenka gritó su nombre y corrió hacia él, arrojándose en sus brazos. Antes de irse con él para siempre, regresó corriendo hacia el narrador y le dio un beso cálido y tierno en despedida, luego desapareció en la noche con su verdadero amor.
Mañana
Al día siguiente, el narrador recibió una carta de Nastenka. En ella le pedía perdón por haberlo engañado y por haber regresado tan rápidamente al amor de quien siempre había poseído su corazón. Le explicaba que se casaría la semana siguiente con el inquilino, quien había vuelto enamorado y nunca la había olvidado.
¡Oh, perdóname, perdóname! Te ruego de rodillas que me perdones. Te engañé a ti y a mí misma. Fue un sueño, un espejismo...
En la carta, Nastenka le agradecía su amor y le prometía que siempre lo recordaría como un hermano querido. Le aseguraba que atesoraría para siempre el recuerdo de su bondad y generosidad, y le pedía que no la abandonara, que siguiera siendo su amigo.
Después de leer la carta, el narrador reflexionó sobre su habitación, que le pareció envejecida y desolada, como si todo hubiera perdido color y vida. Miró por la ventana y vio que hasta las casas de enfrente parecían haber envejecido. Se imaginó a sí mismo dentro de quince años, en la misma habitación, igual de solitario, con la misma Matrona.
Sin embargo, no guardaba rencor a Nastenka. Le deseaba toda la felicidad del mundo y bendecía el momento de dicha que ella había traído a su corazón solitario. Aunque había sido breve, ese momento de felicidad había valido toda una vida de soledad.
Que tu cielo esté despejado, que tu dulce sonrisa sea brillante y sin sobresaltos, y que seas bendecida por ese momento de dichosa felicidad...
¡Dios mío, todo un momento de felicidad! ¿Es eso demasiado poco para toda la vida de un hombre?