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Crimen y castigo
rus. Преступление и наказание · 1866
Resumen de la novela
El original toma ~1052 min para leer
Microresumen
Un estudiante creyó que podía violar la ley y mató a una usurera. La culpa, la fiebre y un juez astuto lo acorralaron. Confesó a una joven religiosa, se entregó y en Siberia, el amor de ella lo salvó.

Resumen muy breve

San Petersburgo, julio sofocante. Un joven estudiante salió de su diminuta habitación, evitando a su casera a quien debía dinero.

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Rodión Romanovitch Raskolnikoff — joven estudiante de unos 23 años, alto, delgado, con cabello castaño y ojos azul oscuro, empobrecido, intelectual atormentado, orgulloso, propenso a monólogos internos.

Raskolnikoff había desarrollado una teoría sobre hombres "ordinarios" y "extraordinarios", creyendo que estos últimos tenían derecho a transgredir las leyes morales por el bien de la humanidad. Visitó a una vieja usurera para empeñar un reloj, planeando secretamente asesinarla. Días después, ejecutó su plan: mató a hachazos a la prestamista y a su hermana Isabel, quien llegó inesperadamente. Robó dinero y joyas, pero escapó por casualidad.

Atormentado por la culpa y la fiebre, Raskolnikoff escondió el botín. Conoció a Marmeladoff, un funcionario alcohólico cuya hija se prostituía para mantener a la familia.

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Sofía Semenovna Marmeladoff (Sonia) — joven de 18 años, rubia, delgada, con ojos azules dulces, hija de Marmeladoff, se prostituye por necesidad, profundamente religiosa y compasiva.

El juez Porfirio Petrovitch sospechó de Raskolnikoff tras leer su artículo sobre criminales. Durante un interrogatorio psicológico, Porfirio lo presionó sutilmente.

¿Quién ha de ser? ¡Usted, Rodión Romanovitch, usted es el que ha matado! ¡Sí, usted!... No, Rodión Romanovitch, no; el culpable no es Mikolai.

Raskolnikoff confesó a Sonia su crimen. Ella lo instó a arrepentirse y besar la tierra. Finalmente, se entregó a la policía. Fue condenado a ocho años en Siberia, donde Sonia lo siguió. Allí experimentó una regeneración espiritual a través del amor y la fe.

Resumen detallado por partes

Los títulos descriptivos de las partes son editoriales.

Primera parte. El crimen: gestación y consumación

En una calurosa tarde de julio en San Petersburgo, un joven estudiante salió de su diminuto cuarto en un edificio de cinco pisos, evitando cuidadosamente a su patrona, a quien debía dinero por el alquiler. El joven se encontraba en un estado de extrema irritación nerviosa y aislamiento, habiendo abandonado sus estudios y burlándose de su propia pobreza, aunque la idea de enfrentar a su acreedora le resultaba insoportable.

Mientras caminaba por las calles sofocantes, Raskolnikoff se entregaba a monólogos internos, reflexionando sobre un "golpe atrevido" que planeaba y cuestionando si su "proyecto" era serio o solo una fantasía. Se dirigió a la casa de una vieja prestamista, Alena Ivanovna, para lo que consideraba un "ensayo general" de su empresa. La anciana, una mujer de sesenta años, pequeña y delgada, con nariz puntiaguda y mirada maliciosa, lo recibió con desconfianza mientras él empeñaba un viejo reloj de plata.

¿Será posible, en efecto, que yo tome un hacha y parta el cráneo de aquella mujer?... ¿Será posible que yo ande por encima de sangre tibia y viscosa, que fuerce la cerradura?

Después de recibir una carta de su madre, Raskolnikoff se enteró de que su hermana Dunia se había comprometido con Pedro Petrovitch Ludjin, un consejero de la Corte que buscaba una esposa sin dote para poder dominarla. Su madre esperaba que este matrimonio pudiera ayudar a Raskolnikoff en su carrera. La noticia lo llenó de indignación, interpretando el compromiso como un sacrificio de su hermana por su bienestar.

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Advocia Romanovna Raskolnikoff (Dunia) — joven hermana de Raskolnikoff, alta, fuerte, con cabello castaño y ojos negros, inteligente, orgullosa, de carácter fuerte y bondadoso.

En una taberna, Raskolnikoff conoció a un funcionario alcohólico llamado Marmeladoff, quien le relató la trágica historia de su familia. Su hija Sonia se había visto obligada a prostituirse para mantener a su madrastra enferma de tisis y a sus tres hermanastros. Finalmente, Raskolnikoff ejecutó su plan: visitó nuevamente a la vieja usurera, y cuando ella se distrajo examinando un objeto falso que él le había llevado, la mató con un hacha. Inesperadamente, la hermana de la víctima, Isabel, llegó y también fue asesinada. Raskolnikoff robó dinero y joyas, pero logró escapar por casualidad cuando otros visitantes llegaron al apartamento.

Segunda parte. Las primeras consecuencias y la investigación

Raskolnikoff despertó de un profundo letargo, sintiéndose febril y desorientado. Descubrió gotas de sangre coagulada en sus pantalones y recordó que aún tenía la bolsa y las joyas robadas en sus bolsillos. Con pánico, escondió los objetos detrás de un trozo de tapicería rota en la pared de su habitación. De repente, unos golpes violentos en la puerta lo sobresaltaron: eran la criada Anastasia y el portero, quienes le traían una citación de la policía.

En la comisaría, Raskolnikoff se llenó de terror creyendo que había sido descubierto, pero se enteró de que el motivo de su citación no era el asesinato, sino una reclamación por deuda impagada a su patrona. Un inmenso alivio lo invadió, aunque su estado febril lo llevó a discutir acaloradamente con los funcionarios. Justo cuando estaba a punto de irse, escuchó una conversación sobre el asesinato de la vieja usurera, lo que le provocó un desmayo. Al recuperar la conciencia, fue interrogado brevemente sobre su salud y movimientos, pero finalmente se le permitió marcharse.

Atormentado por el temor de que la policía iniciara una investigación más profunda, Raskolnikoff decidió deshacerse inmediatamente de las pruebas incriminatorias. Después de varios intentos fallidos de arrojar los objetos al canal, finalmente los enterró bajo una enorme piedra en un corral desierto. Su amigo Razumikin lo encontró en un estado deplorable y lo cuidó durante varios días de enfermedad febril, durante los cuales Raskolnikoff deliraba mencionando palabras como "pendientes", "cadenas de reloj" y "botas".

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Demetrio Prokofitch Razumikin — joven estudiante, amigo leal de Raskolnikoff, enérgico, alegre, desaliñado pero de buen corazón, con barba inculta y cabellos rizados.

Durante su convalecencia, Raskolnikoff recibió dinero enviado por su madre y ropa nueva comprada por Razumikin. También conoció al doctor Zosimoff, quien lo examinó y diagnosticó una simple debilidad nerviosa. Razumikin le contó sobre el caso del doble asesinato, revelando que la policía había arrestado a un pintor llamado Mikolai, quien había sido encontrado con unos pendientes pertenecientes a la víctima. Sin embargo, Razumikin defendía la inocencia del pintor, argumentando que su comportamiento inmediatamente después del crimen era incompatible con el de un asesino.

Tercera parte. La familia, el investigador y las sospechas

La madre y hermana de Raskolnikoff llegaron a San Petersburgo. Durante su primer encuentro, él se mostró distante y hostil, exigiendo que Dunia rompiera su compromiso con Ludjin. Cuando Ludjin visitó la familia, se produjo una confrontación violenta en la que Raskolnikoff lo acusó de haber especulado con la miseria de su familia y de buscar una esposa agradecida por sus beneficios. La discusión terminó con la ruptura definitiva del compromiso y la expulsión de Ludjin.

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Pulkeria Alexandrovna Raskolnikoff — madre de Raskolnikoff y Dunia de unos 43 años, viuda, cariñosa, preocupada por sus hijos, dispuesta a sacrificarse por ellos.

Raskolnikoff conoció a Sonia, la hija del funcionario alcohólico Marmeladoff, quien había muerto atropellado por un coche. Sonia lo invitó al funeral de su padre y a una modesta colación que su madrastra organizaría. Razumikin llevó a Raskolnikoff a casa del juez de instrucción Porfirio Petrovitch para reclamar unas alhajas que había empeñado en casa de la vieja usurera. Durante la entrevista, Porfirio demostró conocer un artículo que Raskolnikoff había publicado sobre el estado psicológico del delincuente.

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Porfirio Petrovitch — juez de instrucción de 35 años, bajo, rechoncho, calvo, con rostro amarillento, astuto, manipulador, experto en psicología criminal.

El hombre extraordinario tiene el derecho... de autorizar a su conciencia a franquear ciertos obstáculos; pero sólo en el caso en que se lo exija la realización de su idea

Raskolnikoff explicó su teoría sobre los hombres "ordinarios" y "extraordinarios", argumentando que estos últimos tienen el derecho moral de violar las leyes si es necesario para realizar ideas que beneficien a la humanidad. Porfirio lo interrogó sutilmente, preguntándole si él se consideraba uno de esos hombres extraordinarios. La conversación se volvió tensa cuando Porfirio insinuó que Raskolnikoff podría ser el asesino de la usurera. Al final de la entrevista, un hombre misterioso siguió a Raskolnikoff y lo llamó "asesino", dejándolo paralizado de terror.

Cuarta parte. Svidrigailov y las confrontaciones

Raskolnikoff recibió la inesperada visita de Svidrigailoff, el antiguo empleador de su hermana, quien había llegado a San Petersburgo tras la muerte de su esposa Marfa Petrovna. Svidrigailoff le ofreció 10,000 rublos a Dunia como compensación por los disgustos causados y para ayudarla a romper su compromiso con Ludjin. También reveló que Marfa Petrovna había legado 3,000 rublos a Dunia en su testamento. Raskolnikoff rechazó tajantemente cualquier colaboración con él.

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Arcadio Ivanovitch Svidrigailoff — hombre de unos 50 años, robusto, con barba espesa casi blanca, elegante, misterioso, libertino, con intenciones siniestras hacia Dunia.

Durante la comida fúnebre de Marmeladoff, Pedro Petrovitch Ludjin ejecutó una venganza calculada contra Raskolnikoff. Acusó falsamente a Sonia de haberle robado un billete de cien rublos, colocando secretamente el dinero en su bolsillo. Sin embargo, Lebeziatnikoff, quien había presenciado la maniobra, desenmascaró a Ludjin ante todos los presentes. Raskolnikoff explicó que el verdadero motivo de Ludjin era desacreditar a Sonia y, por extensión, a él mismo ante su familia, como venganza por la ruptura del compromiso.

Porfirio Petrovitch sometió a Raskolnikoff a un segundo interrogatorio más intenso, utilizando métodos psicológicos para presionarlo. Le explicó su teoría sobre cómo los criminales inteligentes se delatan a sí mismos por la necesidad irresistible de experimentar emociones relacionadas con su crimen. Justo cuando Raskolnikoff estaba a punto de confesar, apareció inesperadamente Mikolai, el pintor, quien se declaró culpable del doble asesinato. Porfirio, sin embargo, descartó inmediatamente esta confesión como falsa, pero la interrupción salvó momentáneamente a Raskolnikoff.

Quinta parte. Crisis y confesiones

Catalina Ivanovna, la madrastra de Sonia, organizó una comida fúnebre insensata, gastando más de la mitad del dinero que Raskolnikoff le había dado. Su motivación era demostrar a los inquilinos que su difunto marido valía tanto como ellos y que ella, hija de un coronel, no había nacido para la miseria. La comida terminó en caos cuando Catalina Ivanovna discutió violentamente con la patrona Amalia Ivanovna, quien amenazó con desalojarla.

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Catalina Ivanovna Marmeladoff — esposa de Marmeladoff, delgada, alta, enferma de tisis, con manchas rojizas en las mejillas, orgullosa, irascible, madre de tres hijos.

Raskolnikoff visitó a Sonia en su humilde habitación y le confesó ser el asesino de la vieja usurera y de Isabel. Sonia reaccionó con horror pero también con compasión infinita, abrazándolo y declarándolo el hombre más desgraciado de la tierra. Raskolnikoff intentó explicar sus motivos, descartando la necesidad económica y revelando su "teoría de Napoleón": había querido probar si era un "gusano" o un "hombre" con el "derecho" de transgredir las leyes morales.

Levántate... ve en seguida a la próxima encrucijada; prostérnate y besa la tierra que has contaminado... diciendo en alta voz: «Yo he matado». Dios entonces te devolverá la vida.

Sonia le suplicó que se arrepintiera, besara la tierra y confesara públicamente su crimen, prometiéndole que Dios le devolvería la vida. Catalina Ivanovna, en su locura, llevó a sus hijos a las calles para pedir limosna, forzándolos a cantar y bailar. Finalmente colapsó, tosiendo sangre, y murió en los brazos de Sonia. Svidrigailoff apareció inesperadamente y se ofreció a encargarse del entierro y la manutención de los niños, revelando que había estado viviendo al lado de Sonia y había escuchado la confesión de Raskolnikoff.

Sexta parte. El desenlace y la entrega

Porfirio Petrovitch visitó a Raskolnikoff en su casa para un último enfrentamiento. Le explicó cómo había formado sus sospechas y le ofreció un consejo: que se denunciara voluntariamente para obtener una reducción de pena. Le dio un plazo de "día y medio o dos días" para reflexionar, prediciendo que Raskolnikoff no podría escapar porque no creía verdaderamente en su propia teoría y eventualmente regresaría para entregarse. Svidrigailoff, por su parte, intentó chantajear a Dunia para que cediera a él a cambio de salvar a su hermano.

No es ante ti ante quien yo me prosterno, sino ante todo el sufrimiento humano... hace poco le he dicho a un insolente que no valía lo que tu dedo meñique...

Dunia se defendió con un revólver, disparando dos veces contra Svidrigailoff sin herirlo gravemente. Finalmente, él la liberó, reconociendo que ella nunca lo amaría. Esa misma noche, Svidrigailoff se suicidó de un disparo en la sien. Raskolnikoff se despidió de su madre y su hermana, prometiendo volver aunque se fuera "muy lejos". Dunia comprendió la verdad y le ofreció su apoyo incondicional. Finalmente, Raskolnikoff visitó a Sonia, quien le entregó una cruz de madera de ciprés.

Siguiendo las palabras de Sonia, Raskolnikoff se dirigió al Mercado del Heno, se arrodilló y besó la tierra fangosa. Luego se dirigió a la comisaría de policía, donde encontró a Ilia Petrovitch, quien le contó sobre el suicidio de Svidrigailoff. Al ver a Sonia esperándolo en la calle, Raskolnikoff regresó inmediatamente a la comisaría y confesó: "Yo soy quien asesinó a hachazos, para robarlas, a la vieja prestamista y a su hermana Isabel."

Epílogo. Siberia y la regeneración

Raskolnikoff fue condenado a ocho años de trabajos forzados en Siberia. Su madre murió sin conocer la verdad completa, y Dunia se casó con Razumikin. Durante los primeros meses en prisión, Raskolnikoff permaneció sombrío y aislado, sin sentir verdadero arrepentimiento. Sonia lo siguió a Siberia y se ganó el amor de los demás prisioneros por su compasión.

El amor les regeneraba; el corazón del uno encerraba una inagotable fuente de vida para el corazón del otro... La vida había substituído en él al razonamiento.

Finalmente, en un momento de profunda conexión espiritual, Raskolnikoff cayó a los pies de Sonia, llorando y abrazando sus rodillas. Ambos comprendieron su amor mutuo y el amanecer de una nueva vida. Raskolnikoff sintió que sus pasadas miserias le parecían distantes e irreales, y que la vida había reemplazado al razonamiento en su interior. Tomó el Evangelio que Sonia le había dado, marcando el comienzo de su lenta pero progresiva regeneración espiritual.