El amor en los tiempos del cólera (García Márquez)
Resumen breve
Ciudad caribeña, entre finales del siglo XIX y principios del XX. El joven Florentino Ariza, un hombre romántico y persistente que comenzó como telegrafista y ascendió hasta ser presidente de la Compañía Fluvial del Caribe, se enamoró de Fermina Daza.
Florentino y Fermina mantuvieron una relación por cartas, pero ella terminó rechazándolo. Fermina, hija orgullosa y de fuerte carácter de Lorenzo Daza, se casó con Juvenal Urbino, un prestigioso médico preocupado por la salud pública. Tuvieron un matrimonio de estabilidad social, aunque no exento de conflictos.
Durante más de cincuenta años, Florentino conservó su amor por Fermina, acompañándolo con múltiples relaciones pasajeras. Cuando Juvenal murió accidentalmente a los 81 años, Florentino volvió a declararse a Fermina. Tras un periodo de duelo y resistencia, ella aceptó su compañía. Realizaron juntos un viaje en barco, pero para preservar su privacidad, Florentino hizo ondear la bandera del cólera:
Sigamos derecho, derecho, derecho, otra vez hasta La Dorada. Desde que nací, no he dicho una sola cosa que no sea en serio. ¿Y hasta cuándo cree usted que podemos seguir en este ir y venir del carajo? Toda la vida.
Resumen detallado por capítulos
Los títulos de los capítulos son editoriales.
Epígrafe. La coronación de la diosa
La novela comienza con un epígrafe del compositor Leandro Díaz que anticipa la consagración de un lugar a una deidad femenina: "En adelanto van estos lugares: ya tienen su diosa coronada". Este verso sugiere una transformación inminente marcada por la entronización de una figura femenina divina, estableciendo el tono de anticipación y reverencia que prepara al lector para una historia donde el amor y la feminidad jugarán un papel central.
Capítulo 1. La muerte del doctor Urbino y la declaración de Florentino
El doctor Juvenal Urbino fue llamado a la casa de Jeremiah de Saint-Amour, un fotógrafo antillano que se había suicidado con cianuro. Al examinar el cuerpo, encontró una carta dirigida a él que contenía revelaciones perturbadoras. Después de dar instrucciones para el entierro, visitó a una mujer que era la amante del fallecido, quien le reveló que Saint-Amour había decidido morir a los sesenta años porque amaba demasiado la vida.
De regreso a su casa en el barrio de La Manga, el doctor Urbino encontró que su loro se había escapado. Al intentar rescatarlo de un árbol, sufrió una caída fatal. Su esposa, Fermina Daza, se enfrentó a la viudez con fortaleza. Durante el velorio, Florentino Ariza, un antiguo amor de Fermina, apareció y le declaró su amor eterno: "Fermina, he esperado esta ocasión durante más de medio siglo, para repetirle una vez más el juramento de mi fidelidad eterna y mi amor para siempre". Ella, indignada, lo rechazó.
Capítulo 2. El amor de juventud entre Florentino y Fermina
Florentino Ariza vivía con su madre, Tránsito Ariza, en una modesta casa donde ella tenía un negocio de mercería. Era hijo ilegítimo del naviero don Pío Quinto Loayza, quien nunca lo reconoció legalmente pero se ocupó de sus gastos en secreto. Tras la muerte de su padre, Florentino comenzó a trabajar como aprendiz en la Agencia Postal, donde el telegrafista alemán Lotario Thugut le enseñó el código Morse.
El primer encuentro con Fermina Daza ocurrió cuando Florentino entregó un telegrama a Lorenzo Daza, el padre de ella. Observó a Fermina leyendo con su tía Escolástica y quedó impactado por la niña. Comenzó a observarla en el parque y decidió escribirle una carta. Su madre lo convenció de conquistar primero a la tía Escolástica, quien eventualmente fomentó el interés de Fermina en Florentino.
Finalmente, Florentino entregó su carta a Fermina, prometiéndole fidelidad y amor eterno. Ella le pidió que no volviera hasta que ella lo avisara. La ansiedad por su respuesta enfermó a Florentino. Su padrino homeópata diagnosticó que los síntomas del amor eran los mismos que los del cólera. Eventualmente, Fermina aceptó casarse con él si le prometía no hacerla comer berenjenas.
Era todavía demasiado joven para saber que la memoria del corazón elimina los malos recuerdos y magnifica los buenos, y que gracias a ese artificio logramos sobrellevar el pasado.
Lorenzo Daza descubrió las cartas de amor y expulsó a la tía Escolástica. Intentó separar a los jóvenes llevándose a Fermina en un largo viaje. En Valledupar, Fermina se reencontró con su prima Hildebranda Sánchez, quien la ayudó a comunicarse con Florentino a través de telegramas. Sin embargo, al regresar a la ciudad y reencontrarse con Florentino en la plaza, Fermina se dio cuenta de que su amor era una ilusión y lo rechazó, devolviéndole todas sus cartas y regalos.
Capítulo 3. El matrimonio de Fermina con el doctor Urbino
El doctor Juvenal Urbino regresó a su ciudad natal después de sus estudios en París. Encontró una ciudad decadente, muy diferente a sus recuerdos idealizados. Su padre había muerto durante una epidemia de cólera, dejando a su madre y hermanas en un estado de luto perpetuo. Urbino se obsesionó con mejorar las condiciones sanitarias de la ciudad, luchando contra los albañales abiertos y la contaminación del agua.
El encuentro con Fermina Daza ocurrió cuando Urbino fue llamado para examinarla por sospechas de cólera. La casa de Fermina contrastaba con la decadencia de la ciudad, mostrando belleza y orden. El diagnóstico resultó ser una simple infección intestinal. A pesar del rechazo inicial de Fermina, Urbino persistió en su cortejo, organizando serenatas y enviando cartas.
La llegada de Hildebranda Sánchez cambió la situación. Ayudó a Fermina a salir de su reclusión y a conocer la ciudad. Durante un incidente en un estudio fotográfico, el doctor Urbino las rescató de las burlas, y aunque Fermina se sintió furiosa, finalmente aceptó que él hablara con su padre sobre el matrimonio.
Mientras tanto, Florentino Ariza fue enviado a un puesto de telegrafista en un lugar remoto. Antes de partir, tocó una serenata para Fermina. Durante el viaje, perdió su virginidad con una mujer desconocida. Al regresar, se enteró del matrimonio de Fermina y se sintió devastado. Tuvo un romance con la viuda de Nazaret, pero no logró olvidar a Fermina.
El día que Florentino Ariza vio a Fermina Daza en el atrio de la catedral, encinta de seis meses... tomó la determinación feroz de ganar nombre y fortuna para merecerla... como si dependiera de él, que el doctor Juvenal Urbino tenía que morir.
Fermina y Juvenal regresaron transformados de su viaje a Europa, trayendo consigo nuevas ideas y costumbres. Se convirtieron en figuras importantes en la sociedad. Su matrimonio, aunque basado inicialmente en la razón, se transformó con el tiempo en un amor verdadero, a pesar de las dificultades y desafíos que enfrentaron a lo largo de los años.
Capítulo 4. La vida de Florentino durante la espera
Florentino Ariza, al ver a Fermina Daza embarazada y convertida en una mujer de mundo, decidió hacerse merecedor de ella, planeando esperar la muerte del doctor Juvenal Urbino, aunque sin prisas. Buscó a su tío León XII, director de la Compañía Fluvial del Caribe, quien le dio empleo a pesar de su pasado.
Comenzó como escribiente, pero su pasión por el amor se filtraba en los documentos oficiales. A pesar de esto, ascendió gracias a su tenacidad y capacidad. En el Portal de los Escribanos, escribía cartas de amor gratuitas para enamorados. Sus amigos de juventud se alejaron al verlo transformado por su trabajo y su obsesión por Fermina.
Lo que nunca sospechó el tío León XII fue que ese temple del sobrino no le venía de la necesidad de subsistir, ni de una cachaza de bruto heredada del padre, sino de una ambición de amor que ninguna contrariedad... lograría quebrantar.
Tránsito Ariza enfermó y liquidó su negocio, invirtiendo en la casa. Florentino, además de su trabajo, buscaba alivio para su dolor en amores callejeros, pero no lograba olvidar a Fermina. Conoció a Ausencia Santander, quien le enseñó nuevas formas de amar, y a Leona Cassiani, quien se convirtió en su mano derecha en la Compañía Fluvial del Caribe.
Florentino continuó su ascenso en la Compañía Fluvial del Caribe, mientras cuidaba de su madre enferma. Tras la muerte de ella, se sintió solo y reflexionó sobre el paso del tiempo. Cuando recibió la dirección de la compañía, ya no tenía tiempo para sustituir a Fermina Daza en su corazón. El domingo de Pentecostés, cuando murió Juvenal Urbino, solo le quedaba América Vicuña, una joven estudiante que era su acudida.
Capítulo 5. Los últimos años del matrimonio Urbino y la viudez de Fermina
Con motivo de las festividades del nuevo siglo, se organizó un viaje en globo, iniciativa del doctor Juvenal Urbino. Durante el vuelo, sobrevolaron los plantíos de banano y vieron cuerpos esparcidos que el doctor Urbino identificó como víctimas de violencia, no de cólera como se pretendía hacer creer. Florentino Ariza observaba a Fermina Daza en estos eventos, notando las huellas del pavor en su rostro tras el viaje.
Florentino tenía imágenes efímeras de Fermina que marcaban su vida. Una noche, la vio en el Mesón de don Sancho reflejada en un espejo, que luego compró para conservar esa imagen. Generalmente la veía con su esposo, en aparente armonía. Se preguntaba si la indiferencia de ella era un subterfugio para disimular un tormento de amor.
Años después, Fermina Daza abandonó temporalmente a su esposo tras descubrir su infidelidad con Bárbara Lynch, una doctora en teología. Se refugió en la hacienda de su prima Hildebranda. El doctor Urbino, arrepentido, fue a buscarla. Ella regresó, perdonándolo, y su matrimonio continuó hasta la muerte del doctor.
Florentino Ariza, mientras tanto, envejecía enfrentando los desafíos físicos de la edad. A los cincuenta y seis años, había perdido el cabello y los dientes, pero mantenía su determinación de estar vivo y en buen estado para cuando llegara su momento con Fermina Daza. El domingo de Pentecostés, cuando supo de la muerte del doctor Urbino, sintió terror en lugar del triunfo esperado.
Todo lo que Florentino Ariza había hecho desde que Fermina Daza se casó, estaba fundado en la esperanza de esta noticia. Sin embargo, llegada la hora, no se sintió sacudido por la conmoción de triunfo... sino por un zarpazo de terror.
Capítulo 6. El viaje por el río y el amor renovado
Fermina Daza no imaginaba que Florentino Ariza interpretaría su carta llena de furia como una carta de amor. Ella intentaba reconciliarse con su viudez, recuperar su identidad perdida tras años de matrimonio. Sentía rencor hacia su esposo por dejarla sola y todo le provocaba llanto: su pijama, sus pantuflas, su reflejo en el espejo.
Decidió desterrar todo lo que le recordara a su esposo, pero el recuerdo era refractario al fuego. A medida que pasaba el tiempo, un fantasma la perturbaba: Florentino Ariza. La noche en que él le reiteró su amor, ella pensó que era el inicio de una venganza. Sin embargo, tras recibir sus cartas, descubrió a un Florentino desconocido, con una clarividencia que no correspondía a las esquelas febriles de su juventud.
Hace un siglo me cagaron la vida con ese pobre hombre porque éramos demasiado jóvenes, y ahora nos lo quieren repetir porque somos demasiado viejos. Que se vayan a la mierda. Si alguna ventaja tenemos las viudas, es que ya no nos queda nadie que nos mande.
Florentino comenzó a visitarla regularmente los martes. Las visitas se volvieron parte de su rutina, y eventualmente se unieron el doctor Urbino Daza y su esposa para jugar a las cartas. Fermina decidió hacer un viaje por el río en el buque Nueva Fidelidad, y Florentino Ariza se embarcó con ella, para sorpresa y desconcierto del hijo de Fermina.
Durante el viaje, Fermina y Florentino se acercaron. Ella lloró recordando a los ancianos del bote muertos a garrotazos. Hicieron el amor por primera vez, aunque con las dificultades propias de la edad. El capitán Diego Samaritano declaró una falsa epidemia de cólera para que pudieran seguir navegando sin pasajeros ni carga, prolongando así su tiempo juntos.
Es increíble cómo se puede ser tan feliz durante tantos años, en medio de tantas peloteras, de tantas vainas, carajo, sin saber en realidad si eso es amor o no. Cuando terminó de desahogarse, alguien había apagado la luna.
Al llegar a la ciudad, una patrulla sanitaria les ordenó salir de la bahía debido a la supuesta epidemia. El capitán decidió volver a las ciénagas. Florentino Ariza sugirió seguir navegando río arriba, y cuando el capitán le preguntó hasta cuándo creía que podían seguir en ese ir y venir, Florentino respondió: "Toda la vida". Así, los dos ancianos encontraron en el río un espacio para su amor tardío, lejos de los prejuicios de la sociedad.