El Principito (Saint-Exupéry)
Resumen breve
Desierto del Sahara, sin fecha determinada. Varado tras un desperfecto en su avión, el Narrador conoció a un misterioso niño rubio venido de otro planeta, que pidió insistentemente que le dibujara un cordero.
El pequeño visitante, conocido como el Principito, reveló poco a poco detalles de su minúsculo planeta natal, cuyo mayor peligro eran los baobabs. Allí amaba y cuidaba una rosa muy orgullosa, única en el universo.
El Principito partió de su hogar y viajó por diversos asteroides, donde encontró seres solitarios obsesionados con el poder, la admiración, los negocios o las rutinas sin sentido. Finalmente llegó a la Tierra, donde conoció entre otros a una serpiente singular y a un zorro que le enseñó el valor del vínculo afectivo, diciéndole:
He aquí mi secreto, que no puede ser más simple: sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos.
Aunque el Narrador logró reparar su avión, la tristeza lo invadió al entender que el Principito planeaba volver a su planeta mediante la mordedura de la serpiente. En un encuentro nocturno y silencioso, el niño cumplió su objetivo y cayó suavemente en la arena. Tiempo después, el Narrador observó con nostalgia las estrellas y reflexionó sobre si, en su lejano hogar, el cordero habría respetado la rosa que el Principito dejó atrás.
Resumen detallado
La división en capítulos es editorial.
El encuentro con el principito en el desierto
La historia comenzó cuando el narrador, siendo niño de seis años, dibujó una boa que había tragado un elefante. Los adultos confundieron su dibujo con un sombrero, lo que le desanimó de su carrera artística y le llevó a dedicarse a ser piloto de avión. Años después, mientras volaba sobre el desierto del Sahara, su avión sufrió una avería que le obligó a aterrizar de emergencia, quedando a mil millas de cualquier lugar habitado y con provisiones de agua para solo ocho días.
A la mañana siguiente, fue despertado por una extraña vocecita que le pedía: "¡Por favor... píntame un cordero!". Al abrir los ojos, vio a un extraordinario muchachito que le miraba con gravedad. A pesar de encontrarse en medio del desierto, el niño no parecía perdido ni asustado. Tras varios intentos fallidos de dibujar un cordero que satisficiera al pequeño, el piloto, impaciente, dibujó una caja y le dijo que el cordero estaba dentro. Para su sorpresa, el niño quedó encantado con esta solución.
Las personas mayores nunca pueden comprender algo por sí solas y es muy aburrido para los niños tener que darles una y otra vez explicaciones.
El planeta del principito y su rosa
Poco a poco, el narrador fue descubriendo la historia del principito. El pequeño venía de un planeta apenas más grande que una casa, que el piloto identificó como el asteroide B-612. En su diminuto mundo, el principito tenía tres volcanes (dos activos y uno extinguido) que limpiaba regularmente. También se ocupaba de arrancar los brotes de baobabs, árboles que podían resultar peligrosos si se les dejaba crecer en un planeta tan pequeño, pues sus raíces lo harían estallar.
Es una cuestión de disciplina. Cuando por la mañana uno termina de arreglarse, hay que hacer cuidadosamente la limpieza del planeta. Hay que dedicarse regularmente a arrancar los baobabs...
En su planeta también había una flor única, una rosa que había germinado de una semilla traída de quién sabe dónde. La flor era muy hermosa pero también vanidosa y caprichosa. Exigía atenciones constantes, pedía ser protegida con un fanal por las noches y se quejaba del frío. Su comportamiento confundía al principito, quien no sabía cómo tratarla ni cómo interpretar sus palabras contradictorias.
Un día, abrumado por la complejidad de su relación con la rosa, el principito decidió abandonar su planeta. Preparó su partida cuidadosamente, limpió sus volcanes y arrancó los últimos brotes de baobabs. Al despedirse, la flor se mostró orgullosa y le dijo que no necesitaba el fanal, aunque en realidad lo hacía para no mostrar su tristeza. Le confesó que lo quería y le deseó que fuera feliz. El principito se marchó confundido, sin comprender aún el amor que se escondía tras el comportamiento de su rosa.
Si alguien ama a una flor de la que sólo existe un ejemplar en millones y millones de estrellas, basta que las mire para ser dichoso. Puede decir satisfecho: "Mi flor está allí, en alguna parte..."
Visitas a los planetas extraños
En su viaje por el espacio, el principito visitó seis planetas antes de llegar a la Tierra. El primero estaba habitado por un rey solitario que se consideraba monarca universal y pretendía reinar sobre todo. Aunque daba órdenes constantemente, siempre lo hacía de manera razonable, pidiendo solo lo que era posible cumplir. Le ofreció al principito ser su ministro de justicia, pero el niño decidió continuar su viaje.
El segundo planeta estaba habitado por un vanidoso que consideraba a todos los demás como admiradores. Solo escuchaba alabanzas y pedía constantemente ser admirado. El principito se marchó pronto, desconcertado por su comportamiento.
En el tercer planeta encontró a un bebedor que bebía para olvidar que sentía vergüenza de beber, atrapado en un círculo vicioso de tristeza. La visita fue breve y dejó al principito melancólico.
El cuarto planeta pertenecía a un hombre de negocios obsesionado con contar estrellas que creía poseer. Pasaba todo el tiempo haciendo cálculos y consideraba que poseer algo significaba escribir su número en un papel. El principito le explicó que él cuidaba su flor y sus volcanes, lo que los hacía verdaderamente suyos, mientras que las estrellas no servían de nada al hombre de negocios.
En el quinto planeta vivía un farolero dedicado a encender y apagar un farol cada minuto, siguiendo una consigna que nunca había cambiado a pesar de que su planeta giraba cada vez más rápido. El principito sintió simpatía por él, pues era el único que se ocupaba de algo más que de sí mismo.
El sexto planeta estaba habitado por un anciano geógrafo que escribía libros sobre montañas, océanos y ciudades, pero nunca había explorado su propio planeta. Cuando el principito le habló de su flor, el geógrafo le explicó que no registraba cosas efímeras como las flores. Esto preocupó al principito, quien comprendió que su preciada rosa era efímera y podría desaparecer. El geógrafo le aconsejó visitar la Tierra.
Primeras experiencias en la Tierra
Al llegar a la Tierra, el principito se sorprendió de no ver a nadie. El primer ser que encontró fue una serpiente en el desierto, que le habló enigmáticamente sobre su poder para devolver a las personas a la tierra de donde vinieron. La serpiente le dijo que podía ayudarlo cuando echara de menos su planeta.
Continuando su exploración, el principito encontró una flor solitaria que le dijo que solo había visto pasar a seis o siete hombres, arrastrados por el viento y sin raíces. Luego subió a una montaña esperando ver todo el planeta, pero solo vio picos rocosos. Cuando gritó, solo escuchó el eco de su propia voz.
Siguiendo un camino, el principito llegó a un jardín lleno de rosas idénticas a la suya. Se sintió profundamente decepcionado al descubrir que su rosa no era única como ella le había hecho creer. Pensó que no era realmente un gran príncipe si solo poseía una rosa común y tres volcanes pequeños, uno posiblemente extinguido. Abatido por este descubrimiento, el principito se echó sobre la hierba y lloró.
Las estrellas son hermosas, por una flor que no se ve... El desierto es bello -añadió el principito-. Lo que más embellece al desierto es el pozo que oculta en algún sitio...
El zorro y las lecciones sobre la amistad
En ese momento de tristeza, el principito conoció a un zorro que le pidió que lo domesticara. El zorro le explicó que domesticar significa "crear lazos" y que, si lo domesticaba, serían únicos el uno para el otro. Le enseñó que solo se conoce bien lo que se domestica y que los hombres ya no tienen tiempo para conocer nada.
El zorro le enseñó al principito la importancia de los ritos y la paciencia en las relaciones. Cuando llegó el momento de despedirse, el zorro le reveló un importante secreto: "Solo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos". También le explicó que era responsable para siempre de lo que había domesticado, y que lo que hacía especial a su rosa era el tiempo que había dedicado a ella.
Fue el tiempo que pasaste con tu rosa lo que la hizo tan importante... Los hombres han olvidado esta verdad. Pero tú no debes olvidarla. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado.
Los últimos días y la despedida
Después de su encuentro con el zorro, el principito continuó su viaje y conoció a un guardavía y a un comerciante. El guardavía le explicó que los trenes transportaban personas que nunca estaban contentas donde se encontraban, mientras que el comerciante vendía píldoras que quitaban la sed y ahorraban cincuenta y tres minutos a la semana. El principito reflexionó que él usaría ese tiempo para caminar tranquilamente hacia una fuente.
Ocho días después de su aterrizaje forzoso, el piloto había agotado su provisión de agua. El principito le propuso buscar un pozo en el desierto. Caminaron durante horas bajo las estrellas hasta que el niño se quedó dormido. El piloto lo cargó en brazos, conmovido por la fragilidad del pequeño y su fidelidad a una flor. Al amanecer, encontraron un pozo.
Al día siguiente, el piloto encontró al principito conversando con la serpiente. Comprendió que el niño planeaba volver a su planeta, pues se cumplía un año de su llegada a la Tierra. El principito le explicó que su cuerpo era demasiado pesado para llevarlo y que la serpiente lo ayudaría a regresar. Le pidió al piloto que no presenciara su partida, pues parecería que sufría, aunque no sería así.
Cuando mires al cielo, por la noche, al pensar que en una de aquellas estrellas estoy yo riendo, será para ti como si todas las estrellas riesen. ¡Tú sólo tendrás estrellas que saben reír!
Esa noche, el principito se dejó morder por la serpiente y cayó suavemente sobre la arena. El piloto no encontró su cuerpo al amanecer y supo que había regresado a su planeta. Desde entonces, el piloto escucha las estrellas como quinientos millones de cascabeles y se pregunta si el cordero que dibujó se habrá comido la rosa. A veces las estrellas ríen para él, y otras veces llora pensando en su amigo.
Y ahí está el gran misterio. Para ustedes que quieren al principito, lo mismo que para mí, nada en el universo habrá cambiado si en cualquier parte un cordero desconocido se ha comido o no una rosa...
El narrador concluye pidiendo a quien vea a un niño rubio que ríe y no responde a las preguntas en el desierto, que le avise rápidamente que el principito ha regresado.